El tiempo en el arte es curioso. La creación, el instante de inspiración, la búsqueda y el encuentro pueden ser un instante que consumen toda la vida.
Un pestañeo puede contener toda la fealdad y toda la belleza del mundo en ese instante. Así, como nada, detiene la vida en esa perceptibilidad que desafía la infinitud del tiempo. Dura unos momentos y desaparece, como un grito en la noche. Brilla por un momento pero el eco de su voz resuena en el recuerdo. Huérfanos de otredad, mueren solos y callados en su más callado apogeo.
La voz del artista es un grito que se perpetúa, suspensión del tiempo en un eco que vibra callado en una violencia que sacude el alma...¿Dónde está el alma? ¿A dónde van todos los gritos que no damos? ¿Acaso le importa a alguien? La respuesta: a los artistas. Ellos hurgan en su ser hasta encontrarla y, desde allí, se la arrancan a tirones, con pincel, con espátula, con recuerdos, con bronca, con sangre y con lágrimas...
Un pestañeo puede contener toda la fealdad y toda la belleza del mundo en ese instante. Así, como nada, detiene la vida en esa perceptibilidad que desafía la infinitud del tiempo. Dura unos momentos y desaparece, como un grito en la noche. Brilla por un momento pero el eco de su voz resuena en el recuerdo. Huérfanos de otredad, mueren solos y callados en su más callado apogeo.
La voz del artista es un grito que se perpetúa, suspensión del tiempo en un eco que vibra callado en una violencia que sacude el alma...¿Dónde está el alma? ¿A dónde van todos los gritos que no damos? ¿Acaso le importa a alguien? La respuesta: a los artistas. Ellos hurgan en su ser hasta encontrarla y, desde allí, se la arrancan a tirones, con pincel, con espátula, con recuerdos, con bronca, con sangre y con lágrimas...
Ser y permanecer...Devenir. Ego.
J.S.