En mi vida han existido "intrusos" determinantes y condicionantes. A ellos, mi testimonio visual en este espacio. A mí, la maravillosa oportunidad que de la vida de transmutarlos en invitados del lienzo y ladrones de los colores en dos dimensiones. Ponerlos allí me salva del destierro y del naufragio. El arte te da la posibilidad de transformar y de trasformarte. Un devenir en eterna cadencia de color, forma y sensaciones. Pintar es mi mejor medio para exorcizar mis fantasmas, mis miedos, mis emociones desbordadas y excesivas. El arte es y ha sido -siempre e indefectiblemente- mi mejor medicina.
El arte cura. Me cura. Me da fuerzas. Me salva. No soy original en esto, claramente no soy la única. ¿Pero acaso es menos cierto aquello porque sea compartido con otros tantos desvelados y desbordados del exceso? Todo hombre debería buscar la mejor medicina para sanar las heridas del alma. La mía: la pintura. Voy por ese trago como un sediento en el desierto de mi soledad sin fondo, en caída libre y sin freno.
Ahora, aquí, decidí compartir las miradas y recrear las experiencias. Al mostrarles mi obra los invito a recorrerme, a husmear en mi intimidad más plena, a ser parte de mi corazón y a desnudar mi alma.
Sin intrusos. Hoy soy yo la que decide y ustedes son mis invitados.
J.S.