El arte es universal en su conquista de libertad: no busca ser libre porque esa es su esencia.
La vida, en cambio, es una marcha eterna y constante hacia la libertad. ¿Será -acaso- que el arte es un más allá o un más acá de la vida?
El ser humano en su naturaleza es libre, pero por todos lados las ataduras y las limitaciones materiales lo sumergen en una realidad que les expropia el sueño y la esencia. Esta es la lucha del ser: defender el sueño y la libertad. Batirse a duelo, si es necesario. En ello, sin duda, se nos va la vida. ¿Existe -acaso- otra manera mejor de vivir? ¿Y de morir? Pero si lucha, si se permite esa posibilidad -ese desafío- y asume el riesgo, puede tener la dicha y la felicidad del proceso. Ese tránsito, esa lucha, es la felicidad: una que se da con lágrimas, con dolor y también con placer.
Los artistas concretizan y testimonian esa lucha. Algunos, los más afortunados, reflejan en su obra esos sueños de infinitud y perpetuidad de la humanidad.
J.S.